Algunas propuestas ante el reto de la comunicación del cambio climático

La negación, la ignorancia activa o la inconsecuencia son respuestas comunes ante las informaciones que recibimos, no sólo en relación con el cambio climático sino también sobre otras cuestiones espinosas. ¿Quién no se ha resistido alguna vez a “rendirse ante la evidencia” cuando los hechos apuntaban en una dirección indeseada? ¿Quién no ha decidido en algún momento que no quiere ver o saber más? ¿Cuántas veces nuestras formas de hacer o nuestras decisiones resultan contradictorias con lo que sabemos o lo que pensamos?

Negacionistas, refractarios e inconsecuentes ponen en entredicho ideas simplistas, pero muy extendidas, en relación con la sensibilización pública. Como la idea de que la falta de sensibilidad se debe, básicamente, a un problema de falta de información.

La negación, la ignorancia activa o la inconsecuencia nos permiten entrever el formidable reto personal y social que supone reconocer el cambio climático y reaccionar ante él de forma “adecuada”. Sin embargo, su análisis también está proporcionando algunas claves útiles para plantear (o replantear) la comunicación del fenómeno. A este respecto, presentaremos, de forma breve, algunas propuestas que pueden ser de interés para divulgadores, educadores y líderes sociales:

  1.  Mostrar salidas posibles

Si la percepción del cambio climático como “un proceso sin solución” es profundamente desmovilizadora, es obvio que debemos otorgar visibilidad a las “soluciones” posibles. En este sentido, destacar los buenos ejemplos, tanto en materia de reducción de emisiones (mitigación) como de respuesta a los cambios ya acaecidos o previstos para un futuro próximo (adaptación), constituye una fórmula interesante para acortar la brecha entre conocimiento y acción, vencer dudas y resistencias al cambio y resaltar sus elementos positivos.

  1. Mostrar las ventajas de los cambios propuestos

Dado que el miedo a las consecuencias de la lucha contra el cambio climático es uno de los alimentos de la negación, parece estratégicamente importante resaltar las ventajas asociadas a las políticas para combatirlo. Hay que destacar, pues, los beneficios asociados a los cambios, pero desde la honestidad y nunca empleando el criterio de transmitir a cada cual lo que desea oír si no es cierto. No resulta razonable pasar de ser los agoreros que anuncian el desastre a los vendedores del mundo feliz descarbonizado.

  1.  Equilibrar diagnósticos, objetivos y propuestas de acción

¿Es conveniente argumentar la llegada de una catástrofe global si se pretende tan sólo que se adquiera el hábito de apagar la luz al salir de una habitación? Equilibrar los diagnósticos con los objetivos a alcanzar y las propuestas de acción permite que las propuestas de cambio tengan coherencia y, por tanto, credibilidad. Esto no significa restarle importancia a los pequeños gestos, que pueden tener un elevado valor simbólico y pueden ser el inicio de un cambio de actitud más sustancial.

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Portada de la publicación Cuatro grandes retos, una solución global: biodiversidad, cambio climático, desertificación y lucha contra la pobreza editada en 2010 por la Fundación Ipade y la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo.

  1. Evitar encasillar el cambio climático como “cuestión tecnocientífica”

A pesar de nuestro interés en acortar la brecha entre ciencia y sociedad en materia de cambio climático, creemos que es necesario evitar que el cambio climático sea identificado como una cuestión tecnocientífica. Los discursos con una excesiva carga científica pueden ser percibidos como elitistas y arrogantes y crear la falsa impresión de que estamos ante un problema que es esencialmente de naturaleza científica.  Esto puede traducirse en reacciones de desinterés por parte de aquellos que no se ubican en esos campos, además de crear barreras entre “los que saben” y “los que no saben”, cuando lo cierto es que, en cierta medida, todos somos parte del problema y debemos ser parte de la solución.

  1. Evitar encasillar el cambio climático como “cuestión ambiental”

Ciertamente, el cambio climático constituye una formidable amenaza para la naturaleza. Las proyecciones científicas consideran muy probable que se produzcan en este siglo numerosas extinciones, así como el colapso de distintos ecosistemas.  No obstante, el cambio climático no debería ser considerado como “un problema ambiental” (entendiendo “ambiental” en su acepción más estrecha, pero también la más reconocida socialmente que se asocia a “pájaros y flores”). La razón es que este  marco facilita que un amplio sector de la sociedad se desvincule del problema (“no me preocupa porque yo no soy ecologista”).

  1. Asociar aprendizaje y acción responsable

Hay que equilibrar el aprendizaje sobre causas, consecuencias y soluciones con la acción responsable frente al cambio climático, evitando que sean dimensiones totalmente independientes. La creación de redes y comunidades que tratan de impulsar cambios en la práctica constituye una forma excelente de avanzar en este sentido. La comunicación entre iguales y los procesos de aprendizaje a través de la acción (“aprender haciendo”) constituyen una oportunidad para romper la barrera entre “saber” y “hacer” y facilitan la necesaria capacitación para responder adecuadamente, cada cual desde sus propias circunstancias y responsabilidades, a la amenaza del cambio climático.

 

*Texto extraído de Heras Hernández, F. (2010). Negacionistas, refractarios e inconsecuentes: sobre el difícil reto de reconocer el cambio climático. En J. A. González y I. Santos (eds.), Cuatro grandes retos, una solución global: biodiversidad, cambio climático, desertificación y lucha contra la pobreza (pp.124-136). Madrid: Fundación Ipade y Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo-AECID.