La desproblematización del cambio climático: nuevos argumentos para nuevos tiempos

Al tiempo que las dudas sobre la existencia del fenómeno o su causalidad se disuelven, van apareciendo en los medios nuevos tratamientos y mensajes de orientación “escéptica”, que parten de la evidencia de que el cambio climático ha alcanzado un estatus de “problema social” y que, en consecuencia, se orientan a la minimización del fenómeno. Para evitar que sean fácilmente refutables por la ciencia y la realidad, se plantean de forma que sean difícilmente criticables o verificables.

El cambio climático es reconocido de forma general como real, causado por la acción humana y como algo peligroso. Y, en consecuencia, la mayoría piensa que “hay que hacer algo al respecto”. En este sentido, coincidimos con diversos autores que señalan que el tema ha adquirido ya la categoría de “problema social” (McCright y Dunlap, 2000).

Los esfuerzos por socavar la percepción social de que el cambio climático es un problema serio que exige respuestas (propios de lo que podríamos denominar el “negacionismo organizado”) son antiguos. McCright y Dunlap identificaron, ya en el año 2000, los principales tipos de argumentos utilizados en Estados Unidos durante la década de los 90 para tratar de “desproblematizar” el cambio climático. Estos autores identificaron tres argumentos principales (McCright y Dunlap, 2000):

-Las evidencias del cambio climático son “débiles”.

-En el caso de que tenga lugar, no resultaría peligroso (en todo caso, beneficioso).

-Las acciones propuestas para mitigar el cambio climático producirían más daños que beneficios.

Los consensos sociales sobre el cambio climático hacen que, en la actualidad, los mensajes de negación abierta sean difícilmente aceptados en los medios con vocación generalista. De hecho, los argumentos de corte “radical” (por ejemplo, aquellos que insisten en negar la existencia del fenómeno y desacreditar a quienes la defienden) pueden resultar contraproducentes para quienes los difunden, produciendo descrédito a la fuente que los emite y socavando sus propios objetivos.

Pero, al tiempo que las dudas sobre la existencia del fenómeno o su causalidad se disuelven, van apareciendo en los medios nuevos tratamientos y mensajes de orientación “escéptica”, que parten de la evidencia de que el cambio climático ha alcanzado un estatus de “problema social” y que, en consecuencia, se orientan a la minimización del fenómeno. Para evitar que sean fácilmente refutables por la ciencia y la realidad, se plantean de forma que sean difícilmente criticables o verificables.

A continuación presentaremos dos ejemplos que nos servirán para ilustrar estos tratamientos “desproblematizadores”.

Las promesas de futuro

Ante unos escenarios de futuro que la ciencia describe como muy preocupantes, se popularizan las producciones mediáticas en las que:

-Se reconoce, de forma tibia y ambigua, la existencia de “retos” o “dificultades”.

-Se resalta el sentido de responsabilidad de las grandes organizaciones en relación con los citados “problemas”.

-Se resalta el ingenio, la creatividad y el tesón humanos y su capacidad para hacer frente a las dificultades.

-Se presentan ejemplos de cómo los problemas están siendo resueltos (sugiriendo a menudo generalizaciones a partir de casos que son de naturaleza puntual).

-Se dibujan futuros prometedores en los que los grandes retos (obtener fuentes de energía limpias, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, “rescatar” el exceso de CO2 atmosférico, etc.) han sido resueltos.

En España, las “promesas de futuro” de carácter tranquilizador en relación con el clima han sido intensamente utilizadas, por ejemplo, en las campañas publicitarias de las grandes empresas energéticas (…). Estas campañas llevan implícitos varios mensajes íntimamente relacionados: a) “somos conscientes de que tenemos grandes retos” b) “nos estamos ocupando de abordarlos” y c) “en un futuro no muy lejano los problemas estarán resueltos”.

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Mediante esta “nueva narrativa”, algunos de cuyos rasgos característicos son la expresión de responsabilidad corporativa, las promesas de futuro y el optimismo en relación con las respuestas frente al cambio climático (que casi nunca es citado de forma explícita), las empresas tranquilizan a las audiencias y, al tiempo, se auto-asignan una imagen de responsabilidad social y ambiental en relación con el problema. De hecho, esta fórmula ha permitido a la principal empresa petrolera española acometer en los últimos años un intenso esfuerzo publicitario de “desproblematización”, al tiempo que encabezaba los rankings de responsabilidad empresarial en materia de cambio climático.

Pero estas narraciones “eco-optimistas” no son patrimonio exclusivo de la publicidad: también se reflejan en las piezas periodísticas. En la prensa diaria se repiten con insistencia promesas como la generalización de los combustibles limpios o la aparición de productos milagrosos que, en el futuro, absorberán el exceso de CO2 atmosférico (…). La fuente principal de este tipo de mensajes no son los políticos o los expertos en economía, sino las empresas. Y su refugio natural, las páginas de economía o motor de diarios y revistas.

Del sarcasmo a la omisión: el tratamiento “escéptico” de los eventos meteorológicos extremos

En el artículo que el climatólogo norteamericano James Hansen adjuntó a su célebre intervención ante el Congreso norteamericano, en 1988, afirmó que las personas observadoras notarían que el clima está cambiando para principios del siglo XXI (Hansen, 1988). El mismo Hansen afirmaba recientemente que “la percepción [directa] del cambio climático por parte de la gente puede ser el principal factor determinante de su predisposición a aceptar la conclusión científica de que los humanos estamos causando el cambio climático” (Hansen, 2011: 1). (…) En este sentido, el tratamiento informativo de eventos como olas de frío y calor, inundaciones, grandes tormentas o sequías constituye un elemento cada vez más relevante en la comunicación del cambio climático.

[[{«type»:»media»,»view_mode»:»media_large»,»fid»:»120″,»attributes»:{«alt»:»»,»class»:»media-image»,»height»:»247″,»style»:»width: 480px; height: 247px; float: right;»,»typeof»:»foaf:Image»,»width»:»480″}}]]Durante años, una estrategia habitual de las piezas periodísticas negacionistas fue aprovechar las olas de frío y las grandes nevadas para ridiculizar las teorías científicas sobre el calentamiento global. Los chistes de nevadas que se mofan del cambio climático son todo un clásico en la prensa conservadora norteamericana. La inconsistencia inherente a este planteamiento ha sido puesta de manifiesto en los propios medios de comunicación. Por ejemplo, en un artículo notablemente irónico escrito con motivo de una fuerte ola de calor, el comentarista del diario The Guardian George Monbiot reclamaba de los escépticos una contribución mediática equivalente a la realizada en el invierno previo cuando una ola de frío barrió las Islas Británicas (Monbiot, 2009).

En los últimos años, algunos divulgadores han defendido una especie de “neutralidad climática” en el tratamiento de los fenómenos extremos, argumentando que es inadecuado hablar de cambio climático a la hora de informar sobre estos eventos, dado que es imposible establecer una relación causa-efecto inequívoca entre el cambio del clima y un fenómeno concreto. Sin embargo, este planteamiento “omisivo”, ahora defendido también desde sectores “escépticos”, se fundamenta en una visión parcial de la cuestión.

Ciertamente, no es posible establecer relaciones directas causa-efecto entre cualquier evento meteorológico (unos días calurosos, una estación más seca de lo habitual, unas lluvias intensas, etc.) y el cambio climático. Sin embargo, pretender que no existe relación entre el clima y los eventos meteorológicos constituye un evidente contrasentido. De hecho, el clima es una generalización estadística de los datos meteorológicos. Y la ciencia del clima lleva años advirtiendo que una de las consecuencias del cambio climático antropogénico es, precisamente, el aumento, en frecuencia o intensidad, de los fenómenos climatológicos extremos (IPCC, 2012). (…)

Algunas reflexiones finales

El denominado “escepticismo climático”, en su expresión mediática, parece estar abandonando sus clásicas posiciones de negación “de raíz” del fenómeno. La práctica de los medios de “equilibrar” el tratamiento del cambio climático, dando voz en pie de igualdad a científicos reconocidos y a negacionistas insolventes, puesta en entredicho en el clásico trabajo El equilibrio como sesgo (Boykoff, & Boykoff, 2004), está siendo desterrada. Y los artículos de opinión abiertamente negacionistas–que podían encontrarse con plena naturalidad en grandes medios españoles hace apenas unos años– son cada vez menos frecuentes.

Sin embargo, ¿debemos interpretar que el “escepticismo” está desapareciendo de los medios o tan sólo está adaptándose a las nuevas percepciones, cambiando su expresión? Desde nuestro punto de vista, si tomamos una perspectiva amplia de la negación, incluyendo en ella la minusvaloración de los riesgos asociados al cambio climático y el rechazo de sus implicaciones en términos de respuestas humanas, más bien parece lo segundo.

[[{«type»:»media»,»view_mode»:»media_large»,»fid»:»121″,»attributes»:{«alt»:»»,»class»:»media-image»,»height»:»218″,»style»:»width: 480px; height: 218px; float: right;»,»typeof»:»foaf:Image»,»width»:»480″}}]]Hay que destacar que algunos tratamientos “escépticos” tienen fronteras difusas: ¿Dónde acaba un atractivo artículo que describe “perspectivas tecnológicas de futuro” y donde empieza un publirreportaje tranquilizador sin base real? ¿La omisión de referencias al cambio climático en el tratamiento de fenómenos extremos trata de evitar una reiteración innecesaria o evade, conscientemente, una verdad inconveniente?

Hoy se acepta de forma general que los medios de comunicación constituyen agentes clave (entre otros) que dan forma a los discursos científicos y políticos sobre el cambio climático (Boykoff, 2010), contribuyendo a modelar las respuestas humanas ante el fenómeno. Por ello el tratamiento del cambio climático en los medios de comunicación seguirá siendo un campo rico en dilemas, con el reto permanente de aunar el rigor científico y la responsabilidad social.

REFERENCIAS

Boykoff, M.T. y Boykoff, J.M. (2004): “Balance as bias: global warming and the US prestige press”. Global Environmental Change, 14, 125-136.

Boykoff, M.T (2010): “Carbonundrums: the role of the media”. En: Schneider , S.H., Rosencranz, A., Mastrandea, M.D. & Kuntz-Duriseti, K. (cords.) Climate change: science and policy. Págs. 397-404 Island Press, London.

Hansen, J., et al. (1988): “Global climate changes as forecast by Goddard Institute for Space Studies three-dimensional model”. J. Geophys. Res., 93, 9341-9364.

Hansen, J. y Sato, M. (2011): Perceptions of climate change. http://www.columbia.edu/~jeh1/mailings/2011/20110327_Perceptions.pdf (Consultado en diciembre de 2012).

IPCC (2012): Managing the Risks of Extreme Events and Disasters to Advance Climate Change Adaptation. Special Report. http://ipcc.ch/pdf/special-reports/srex/SREX_Full_Report.pdf (Consultado en diciembre de 2012).

McCright, A. M. y Dunlap, R.E. (2000): “Challenging Global Warming as a Social Problem: An Analysis of the Conservative Movement’s Counter-Claims”. Social Problems 47:499-522

Monbiot, G. (2009): “Have the climate change deniers abandoned us during the heatwave?” The Guardian, 5 de julio de 2009. http://www.guardian.co.uk/ environment/georgemonbiot/2009/jun/29/climate-change-scepticism-heatwave (Consultado en diciembre de 2012).

*Texto extraído de Heras Hernández, F. (2013). La negación del cambio climático en España: percepciones sociales y nuevos tratamientos mediáticos. En R. Fernández Reyes (Director) & R. Mancinas-Chávez (Coordinadora). Medios de comunicación y cambio climático (pp.155-170). Sevilla: Fénix editora.