En los discursos que circulan en la esfera pública – y particularmente en los medios dominantes – el cambio climático ha sido visto de forma recurrente a través de unas lentes de administración técnica, es decir, como un asunto que se encuentra abierto a soluciones técnicas y a opciones de gestión.
En los discursos que circulan en la esfera pública – y particularmente en los medios dominantes – el cambio climático ha sido visto de forma recurrente a través de unas lentes de administración técnica, es decir, como un asunto que se encuentra abierto a soluciones técnicas y a opciones de gestión. En muchos discursos políticos y mediáticos parece que existe la creencia en que las soluciones tecnológicas de base científica podrían ‘solucionar’ el cambio climático y permitir el mantenimiento de los estilos de vida y de las formas de consumo actuales. Se nos ‘venden’ pilas de hidrógeno, aviones propulsados con energía solar o megaproyectos para energía eólica, y se nos dice que estas innovaciones tecnológicas se difundirán rápidamente y sustituirán a las viejas formas de producción y de uso de energía, creando por lo tanto un nuevo ‘mundo bajo en carbono’ (véase Nerlich, 2012) en el que el cambio climático ya no es un problema. En estos discursos, el ‘mercado’ se ofrece como la llave para la adopción de estas soluciones: los estados puedan jugar un rol en el comienzo del proceso de difusión de las innovaciones tecnológicas a través de estímulos financieros y fiscales, si bien será el mercado libre quien determinará su éxito o su fracaso. Mediante medidas regulatorias apropiadas y otros instrumentos para controlar emisiones y gestionar el cambio climático se nos dice que éste puede ser prevenido y que el crecimiento económico continuo puede ser promocionado.
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La primacía de la economía ha marcado la política internacional sobre el clima desde su comienzo. De hecho, esto está inscrito en el documento fundacional, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), que afirma que su objetivo es alcanzar la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera “en un plazo suficiente para (…) permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible” (énfasis de la autora). Sin embargo, la principal guía para el desarrollo de abordajes basados en el mercado sobre el cambio climático fue el Protocolo de Kyoto, firmado en 1997. El Protocolo creó los llamados ‘mecanismos de flexibilidad’, concretamente Comercio de Emisiones (la posibilidad de vender y comprar cuotas de emisión de gases de efecto invernadero), el Mecanismo de Desarrollo Limpio (que hace referencia a los proyectos de reducción de las emisiones en los países en vías de desarrollo llevadas a cabo por países comprometidos en la reducción o el control de sus emisiones) y la Implementación Conjunta (que hace referencia a los proyectos de reducción de las emisiones en otros países comprometidos con la reducción o el control de las emisiones). Estas son formas de gestionar las emisiones de gases de efecto invernadero de un país con una base mercantil.
Los ‘mecanismo de flexibilidad’ de Kyoto han abierto el camino a la especulación financiera y a la implementación inapropiada, y su eficacia ha sido severamente criticada por varias organizaciones no gubernamentales y otros analistas. Sin embargo, el lenguaje que se encuentra en la mayoría de discursos públicos todavía privilegia soluciones basadas en el mercado. En los últimos años, el foco principal se ha situado sobre la noción de ‘crecimiento verde’, una idea fuertemente promocionada por líderes políticos y agencias internacionales. El ‘crecimiento verde’ anticipa un nuevo optimismo económico que sugiere la posibilidad de grandes beneficios financieros de inversiones en áreas ‘medioambientalmente respetuosas’, como las energías renovables. Esto coincide con un discurso que ha sido etiquetado como Modernización Ecológica y que se basa en el discurso sobre el Desarrollo Sostenible, siendo ambos discutidos a continuación.
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El Desarrollo Sostenible, inscrito explícitamente en la UNFCCC, se convirtió en la opción por defecto en el greenspeak dominante (Harré, Brockmeier y Mühlhäusler, 1999) durante el último par de décadas. Tal y como formuló la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1987), el discurso sobre el Desarrollo Sostenible defendió el equilibrio entre tres aspectos: protección medioambiental, crecimiento económico y justicia social. Sin embargo, como la noción de Desarrollo Sostenible se expandió y comenzó a ser empleada por diversos actores sociales en contextos muy diferentes, su significado original se fue diluyendo y adquiriendo una variedad de matices: ecológicamente sostenible, socialmente sostenible, económicamente sostenible, crecimiento económico sostenido, etc. Oels (2011: 8) ha afirmado que durante los últimos años el desarrollo sostenible ha sido “redefinido como climate-proofing del desarrollo económico”. En resumen, el Desarrollo Sostenible se ha convertido en un concepto bastante ambiguo. Ha sido ampliamente utilizado por organizaciones progresistas bienintencionadas, pero también ha sido empleado a menudo para hacer un “lavado verde” o greenwashing (Greer y Bruno, 1996) de la imagen de corporaciones irregulares y por cualquier otra persona o institución entre estos dos extremos. La ambigüedad es, en parte, la principal fortaleza de la noción de desarrollo sostenible ya que el consenso surge a partir de ideas ambiguas y abiertas.
La Modernización Ecológica, una variante del Desarrollo Sostenible, convierte los problemas medioambientales en oportunidades económicas. Como señala Hajer (1996: 249): la Modernización Ecológica “convierte a la ‘deficiencia ecológica’ de la sociedad industrial en la fuerza motriz para una nueva ronda de innovación industrial. (…) Remediar el daño medioambiental se concibe como un ‘juego de suma positiva’: el daño medioambiental no es un impedimento para el crecimiento; bien al contrario, es el nuevo estímulo para el crecimiento”. Ciencia y tecnología se presentan como la fuente de las soluciones para ‘arreglar’ el medio ambiente, al mismo tiempo que proporciona ganancias económicas. Este es un formato de presentación muy atractivo y no resulta sorprendente que el ‘consenso’ sobre el Desarrollo Sostenible y la Modernización Ecológica se haya convertido en hegemónico. Junto a Luke (1995), yo argumenté previamente que estas ideas cumplen un rol disciplinario en relación a las formas más radicales de discurso y de movilización medioambiental: porque son integradores y conciliadores, estos discursos aniquilan la posibilidad de oposición (Carvalho, 2005). En palabras de Swyngedouw (2010: 228): “el argumento de la sostenibilidad ha evacuado a la política de lo posible, la contestación radical de posibilidades socio-medioambientales y acuerdos socio-naturales alternativos, y ha silenciado los antagonismos y los conflictos que son constitutivos de nuestros órdenes socio-naturales al externalizar el conflicto”.
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La mayoría de los medios han fortalecido los discursos del Desarrollo Sostenible y de la Modernización Ecológica, al naturalizarlos y neutralizarlos. La discusión sobre la viabilidad de las promesas sobre las que se construyen estos discursos o de las formas alternativas de encuadrar las respuestas al cambio climático, incluyendo las reducciones en el uso de energía por vía legislativa, el cambio de conductas y la transformación de las estructuras económicas y políticas, tienen una presencia marginal en los medios generalistas. El Desarrollo Sostenible y la Modernización Ecológica aparecen entonces como ‘natural’, la única solución (‘razonable’) al problema del cambio climático. Además, los valores que se inscriben en estos discursos son ocultados haciéndolos aparecer como neutrales.
Basándose en el análisis de la cobertura internacional de prensa desde 1985, Nerlich (2012: 43) ha observado la clara reproducción del discurso de la Modernización Ecológica: “las tecnologías de bajo carbono y las economías de bajo carbono son promocionadas cada vez más como las hojas de ruta para un nuevo mundo bajo en carbono o un futuro de bajo carbono. (…) El uso estratégico del bajo carbono como un compuesto en la industria y en el diseño de políticas (…) ha creado encuadres discursivos conectados con expectativas de una gran riqueza que se puede obtener en el futuro y de reparaciones tecnológicas del cambio climático que pueden ser ‘compradas’” (cursiva en original). Carvalho et al. (2011) encontraron un patrón similar en la prensa portuguesa, que ha tendido a amplificar la promoción gubernamental de las energías renovables como la solución al cambio climático (y a los problemas económicos del país). Koteybo (2012) habla de una “sostenibilidad orientada por el mercado” al referirse a los discursos de los medios británicos sobre las emisiones de carbono. Ella descubrió que en los últimos años, los medios han establecido a menudo…
“equivalencias entre la aplicación de instrumentos mercantiles de comercio de carbono y la inversión y las prácticas de sostenibilidad. Esta cobertura promueve una recontextualización (Calsamiglia y Van Dijk, 2004) de la sostenibilidad dentro de los confines del discurso corporativo a través del uso de compuestos de carbono acompañados por términos financieros. Apoyándose por una parte en los valores medioambientales y, por otra, en el lenguaje de las finanzas y la contabilidad, estas piezas periodísticas reproducen lógicas neoliberales como una metodología legítima para tratar el tema del cambio climático” (p. 33).
Esto sugiere que los medios han contribuido en la apropiación (algunos dirían secuestro) del discurso acerca del Desarrollo Sostenible por parte de las empresas.
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Sin embargo, la evidencia de la insuficiencia de estos abordajes para luchar con el cambio climático se está acumulando. Mitchell (2012: 24) ha apuntado que “los debates científicos y políticos están dominados por ‘optimismo tecnofílico’ que proyecta reducciones de emisiones a partir de la mejora tecnológica que no son apoyados por la evidencia” y ha señalado la necesidad de medidas sustantivas para controlar la población, la afluencia y el consumo. Un informe reciente de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo ha ofrecido, de forma similar, una visión muy crítica de la propaganda alrededor del ‘crecimiento verde’. Recordando que muchos “economistas y políticos abogan por un giro fundamental hacia el ‘crecimiento verde’ como un paradigma nuevo y cualitativamente diferente, basado en la mejorada eficiencia material, de recursos y de energía y en los cambios drásticos en el mix energético”, el informe defiende que “el crecimiento, la tecnología, la expansión demográfica y las constricciones de gobierno, así como algunos asuntos importantes de carácter sistémico proyectan una sombra muy larga sobre las esperanzas en el ‘crecimiento verde’” y señala que esto “puede proporcionar muchas falsas esperanzas y excusas para no hacer nada realmente fundamental que pueda permitir un giro en forma de U en las emisiones globales de gases con efecto invernadero (Hoffmann, 2011: 1). “Lo que es necesario”, continúa este autor, “no es una separación relativa, sino absoluta, entre el crecimiento económico y el rendimiento del trinomio formado por materiales, recursos y energía, y todo esto en una escala sin precedentes y en un periodo de tiempo históricamente muy corto” (p. 2). Las transformaciones necesarias para alcanzar esto son, previsiblemente, extremadamente extensas y fundamentales, e incluyen, de acuerdo con este informe, “la democratización de la economía y el cambio cultural” respetando “la igualdad global de oportunidades para la prosperidad” (p. 1).
Cuando los medios dejan a un lado de forma apabullante estos aspectos y reducen el cambio climático al encuadre formado por el Desarrollo Sostenible y la Modernización Ecológica, pueden estar encerrando a la ciudadanía en creencias falsas y evitando otras formas de compromiso individual y colectivo con un asunto de gran significado social y político.
REFERENCIAS
Carvalho, A. (2005): “Governmentality of climate change and the public sphere”, in E. Rodrigues and H. Machado (eds.) Proceedings of the International Conference ‘Scientific proofs and international justice: the future for scientific standards in global environmental protection and international trade’ , pp. 51-69. Braga: Núcleo de Estudos em Sociologia, University of Minho.
—–, E. Pereira, A. T. Rodrigues & A. P. Silveira (2011): “Areconstrução mediática das alterações climáticas‟ in A. Carvalho (org.) As Alterações Climáticas, os Media e os Cidadãos, pp. 105-144, Coimbra: Grácio Editor.
Greer, J. and K. Bruno (1996): Greenwash: The Reality Behind Corporate Environmentalism, Penang: Third World Network.
Hajer, M. (1996): “Ecological modernisation as cultural politics”, in S. Lash, B. Szerszynski & B. Wynne (eds.), Risk, Environment and Modernity: Towards a New Ecology, pp. 246-268, London: Sage.
Harré, R., J. Brockmeier and P. Mühlhäusler (1999): Greenspeak. A Study of Environmental Discourse, London: Sage.
Hoffmann, U. (2011): Some Reflections on Climate Change, Green Growth Illusions and Development Space , UNCTAD Discussion Paper n.205.
Koteyko, N. (2012): “Managing carbon emissions: A discursive presentation of „market-driven sustainability” in the British media‟, Language & Communication, 32: 24-35.
Luke, T. (1995): “Sustainable development as a power/knowledge system: The problem of governmentality”, in F. Fischer and M. Black (eds.) Greening Environmental Policy: The Politics of a Sustainable Future, pp. 21-32, London: Paul Chapman.
Mitchell, R.B. (2012): “Technology is not enough: Climate change, population, affluence, and consumption”, The Journal of Environment & Development 21 (1): 24-27.
Nerlich, B. (2012): “Low carbon metals, markets and metaphors: The creation of economic expectations about climate change mitigation‟, Climatic Change, 110: 31-51.
Oels, A. (2011): “Rendering climate change governable by risk: From probability to contingency‟,Geoforum, DOI :10.1016/j.geoforum.2011.09.007
Swyngedouw, E. (2010): “Apocalypse forever? Post-political populism and the spectre of climate change‟, Theory, Culture & Society, 27 (2-3): 213-232.
*Texto extraído de Carvalho, A. (2012). Cambio climático, medios de comunicación y la paradoja del conocimiento y la inacción. En J. L. Piñuel-Raigada; J. C. Águila-Coghlan; Gemma Teso-Alonso; M. Vicente-Mariño y J. A. Gaitán-Moya (eds.), Comunicación, controversias e incertidumbres frente al consenso científico acerca del Cambio Climático (pp. 81-106). Tenerife: Sociedad Latina de Comunicación Social.