La identificación del cambio climático como problema

¿En qué momento comienza la sociedad española a tomar “conciencia” de que existe “un problema” relacionado con el clima? Las sospechas de la comunidad científica sobre una posible interferencia de las actividades humanas sobre el clima no comenzaron a trascender los círculos académicos hasta finales de los años ochenta del siglo pasado. Como sugiere Weart (2006, 183), las primeras noticias sobre una posible alteración climática ocasionada por el hombre se comenzaron a filtrar a la opinión pública entremezcladas con las advertencias sobre el deterioro de la capa de ozono y con el proceso político que culminó con la firma del Protocolo de Montreal de 1987 para responder a esta amenaza. La vinculación histórica entre el cambio climático y el deterioro de la capa estratosférica de ozono tiene aún hoy (…) importantes consecuencias sobre la percepción y el conocimiento socialmente compartido sobre ambas amenazas.

Utilizamos la palabra “conciencia”, aunque su significado literal transciende con mucho lo que los datos demoscópicos pueden mostrar. De hecho, sería mucho más correcto hablar de cómo y cuándo el cambio climático aparece como un elemento identificable y discernible de otros tópicos –sobre todo de la “contaminación atmosférica” o de la “contaminación en general”- en el proceso de socialización de la crisis ambiental que viene produciéndose desde finales de los años sesenta del siglo pasado. El “cambio climático”, como una amenaza ambiental específica que la población identifica y valora en los estudios demoscópicos, no comienza a emerger hasta los primeros años noventa, al menos en lo que se refiere a las sociedades occidentales. Los ecobarómetros realizados por la Comisión Europea, en los años 1992 y 1995, en los países que en ese momento integraban la UE aluden ya al “cambio climático”, conocido como “efecto invernadero”, entre los problemas que los ciudadanos valoran como “muy” o “bastante preocupantes”: así lo califica el 89% de los entrevistados en 1992 y el 84% en 1995. Hay que tener en cuenta, en todo caso, que el “cambio climático” no era en esos primeros momentos un problema citado de forma espontánea por los entrevistados, sino que éstos tenían que señalar una serie de problemas que el entrevistador les mostraba en una ficha pre-elaborada.

Otra cuestión incorporada en los ecobarómetros de 1992 y 1995 ofrece una imagen más precisa de un nivel de conciencia de la opinión pública aún muy incipiente sobre la nueva amenaza (y también, de paso, del conocimiento poco elaborado que sobre la misma tenían quienes diseñaron la encuesta). En la pregunta sobre qué consideraban como “serias amenazas para el medio ambiente”, a los encuestados se les mostraba una ficha con 13 alternativas entre las que debían señalar cuatro. La alternativa “j” se enunciaba literalmente como sigue: “La polución global, con la progresiva desaparición de las selvas tropicales, la destrucción de la capa de ozono, el efecto invernadero” (European Commission, 1995, 95). Esto es, se presentaba como un cajón de sastre en el que se acomodaban problemas, sin duda relacionados entre sí, pero substancialmente distintos unos de otros.

La forma en la que está redactada esta alternativa de respuesta dice más de la representación desajustada sobre el cambio climático compartida por los investigadores que diseñaron la encuesta, que de la opinión o percepción que pudieran tener las personas encuestadas. Además, el uso del concepto “efecto invernadero”, para designar o identificar el fenómeno del cambio climático en las primeras demoscopias que lo abordan, es un reflejo de la extensión de esta metáfora y su incorporación a la cultura común, a pesar del dislate científico que supone.

Pues bien, el 48% de los encuestados en 1992 y el 40% en 1995 señalaron esta alternativa, ubicándose en tercer lugar después de la polución causada por la industria química en el aire y el agua y los derrames de petróleo en el mar y las costas. El comportamiento de la submuestra española se sitúa en la media europea en 1995 (la alternativa “j” es seleccionada por el 40% de los encuestados) y 9 puntos por debajo en 1992 (el 39%).

Se puede deducir, de esta primera aproximación, que un porcentaje importante de la población española –poco más de un tercio- ya tenía cierta noción de la amenaza climática, aunque seguramente era aún muy limitada. De hecho, en el estudio nº 2209 realizado por el CIS en 1996 (véase una interpretación extensa del mismo en Gómez, Noya y Paniagua, 1999), el “cambio climático” o el “efecto invernadero”, según la denominación al uso en la época, no aparecen mencionados por ningún sitio. En este caso, también se preguntaba a los encuestados por los “dos problemas más importantes” en su “entorno próximo”, “en España” y “en el mundo”, pero aquí la respuesta era espontánea. Con esta opción –más fiel y sensible a la realidad desde un punto de vista metodológico-, sí aparece, citado entre los problemas mundiales o globales, la “destrucción de la capa de ozono”, ocupando el tercer lugar con un 18% de menciones, pero no el cambio climático. Como dato significativo, quienes diseñaron esta demoscopia tampoco citan el cambio climático entre los problemas que son presentados a los encuestados para que emitan un juicio de valor sobre su grado de importancia.

La conclusión parece clara: independientemente de que en determinados círculos (científicos, académicos, políticos, etc.) ya estuviese presente esta amenaza, el “cambio climático” no comenzó a ser identificado y representado como “objeto” de interés público por una parte significativa de la sociedad española hasta la segunda mitad de la década de los años 90 del siglo pasado.

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Los datos de la tabla 1, extraídos de sendos estudios del CIS (1998 y 2004), refuerzan esta afirmación y ofrecen otras evidencias para la reflexión. En el año 1998, un porcentaje relevante de personas, el 12,8%, ya alude al cambio climático (identificado indirectamente como “el aumento de la temperatura del planeta”). En 2001 la tasa de reconocimiento se eleva al 18,2%, casi 6 puntos más que tres años atrás. Significativamente, el porcentaje de quienes señalan el deterioro de la capa de ozono se incrementa también en la misma magnitud, además de seguir ocupando el primer lugar entre los problemas ambientales más citados a nivel global. La percepción del “cambio climático” como una amenaza, detectada en las demoscopias, se consolida a principios del siglo XXI, tanto desde el punto de vista del retrato que se obtiene de la cultura ambiental de la población, como desde el punto de vista de quienes diseñan los estudios, que comienzan a incorporar tópicos y cuestiones más específicos sobre el cambio climático.

 

REFERENCIAS

CIS (1998). Estudio nº 2.312. Latinobarómetro III. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

CIS (2001). Estudio nº 2.417. Latinobarómetro IV. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

CIS (2004). Estudio nº 2.557. Opiniones de los españoles sobre el medio ambiente. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

European Comission (1995). Europeans and Environment. Eurobarometer 43.1 Brussels: bis. EC.

Gómez, C.; Noya, F.J. y Paniagua, A. (1999). Actitudes y comportamientos hacia el medio ambiente en España. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

Weart, S. (2006). El calentamiento global. Historia de un descubrimiento científico. Pamplona: Universidad Pública de Navarra-Laetoli.

 

*Texto extraído de Meira Cartea, P.Á. (2009). Comunicar el Cambio Climático. Escenario social y líneas de acción (pp.18-20). Madrid: Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino – Organismo Autónomo de Parques Nacionales.