La escala de la amenaza sanitaria provocada por el cambio climático la convierte en uno de los ejes fundamentales a tener en cuenta en el diseño de cualquier política regional, estatal o local de respuesta y adaptación al cambio climático (Parry et al. 2007). Además, y al igual que otros impactos derivadas del cambio climático, el grado de repercusión está condicionado por su ubicación geográfica, la edad, el género y otros factores socio-demográficos (nivel económico, tamaño del hábitat de residencia, patrones culturales, etc.).
En el caso español, las políticas públicas han señalado a la “salud humana” como un ámbito estratégico clave dentro del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (2006), lo que tuvo como resultado la constitución del Observatorio de Salud y Cambio Climático, definido como “el instrumento de análisis, diagnóstico, evaluación y seguimiento de los efectos del cambio climático en la salud pública y en el Sistema Nacional de Salud” (OSCC, 2013).
Además de promover la investigación en el campo, el Observatorio cuenta con el objetivo de “impulsar una estrategia de comunicación pública, educación, sensibilización y participación de la sociedad española respecto del cambio climático y la salud” (OSCC, 2013). Hasta el momento es destacable la labor de información y divulgación de los impactos más acusados sobre la salud de la población española (PNACC, 2006; OSCC, 2013): el aumento esperado de la morbimortalidad causada por olas de calor, siendo la población mayor de 65 años la más vulnerable; el mayor riesgo de contraer enfermedades vectoriales propias de climas más cálidos y secos (dengue, enfermedad del Nilo Occidental, malaria) o garrapatas (encefalitis) y los cambios en la estacionalidad de algunos pólenes alergénicos.
Conviene destacar que el éxito de las políticas de adaptación al cambio climático estará condicionado, junto por el contexto actual de recortes en los presupuestos y privatización de los servicios sanitarios, por el hecho de que se tenga en cuenta el “factor social” en el diseño de las mismas, es decir: las creencias, los conocimientos y las valoraciones que la sociedad, en este caso española, está construyendo sobre la crisis climática, y que condicionan y condicionarán las actitudes y los comportamientos respecto a ella (Meira et al., 2011).
¿Cómo está construyendo la sociedad española su representación del cambio climático y, más concretamente, las amenazas para su salud? Los resultados obtenidos en diferentes oleadas demoscópicas (Meira, et al., 2009; Meira, et al., 2011; Meira et al., 2013) muestran que, lógicamente, la percepción del cambio climático y de los riesgos que comporta está condicionada por factores estructurales y coyunturales, entre los que destacan el contexto socio-económico o las experiencias personales. En este sentido, es necesario ajustar las percepciones de la sociedad española relativas a los impactos sobre la salud y los que la ciencia advierte que están sucediendo. Pero, ¿por qué es necesario ajustar los conocimientos si el 90,1% afirma que el cambio climático está ocurriendo y se verifican porcentajes relativamente altos de reconocimiento en relación a diferentes cuestiones que vinculan cambio climático y salud? (Meira et al., 2013).
Gráfico 1. Probabilidad de que la salud personal se pueda ver afectada en algún momento por el cambio climático
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En primer lugar conviene destacar que la población atribuye en la demoscopia realizada en 2013 (Meira et al., 2013) un alto nivel de probabilidad a diferentes consecuencias futuras derivadas del cambio climático como precios más elevados (“agua potable”, 86,1% y “alimentos”, 84,3%) o fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes (“sequías”, 86,3%; “aumento de temperaturas”, 83,7%; “inundaciones”, 75,3%). La mayor probabilidad de que la población, en general, padezca enfermedades, también recoge un porcentaje elevado, 72,3%, pero se sitúa a 14 puntos de las consecuencias más reconocidas. Sin embargo, aunque son mayoría las personas que creen en el cambio climático como un elemento de deterioro de su salud física (el 65,7% lo considera “muy” o “bastante probable”), la percepción de padecer personalmente alguna enfermedad está ligeramente infravalorada frente a la percepción de la incidencia del cambio climático en la salud en términos generales. Es decir, una de las tendencias detectadas en los datos (Meira et al., 2013) es que la población atribuye mayor riesgo al cambio climático cuando el colectivo afectado es genérico y más distante, mientras que disminuye el riesgo cuando se refiere a su propia persona.
Otra cuestión planteada aborda dolencias concretas que, según la literatura científica, se vinculan con el cambio climático o con otros problemas ambientales. La mayoría de las personas entrevistadas reconocen el riesgo personal de padecer “asma” (66,5%), “procesos alérgicos” (71,7%), “daños por el excesivo calor o frío” (66,0%) o “infecciones por la calidad del agua o los alimentos” (60,4%). Menos de la mitad de la población reconoce como un riesgo elevado llegar a sufrir “enfermedades tropicales” (40,9%), a pesar de ser uno de los principales impactos pronosticados. El 63,3% y el 38,7% de la población también asume un mayor riesgo de padecer “cáncer de piel” y “cataratas” respectivamente como derivación del cambio climático, aunque la mayor incidencia epidemiológica de estas enfermedades no se pueda ligar a la alteración del clima. Tanto el cáncer de piel como las cataratas se han incorporado a la encuesta para explorar algunas derivaciones de la confusión generalizada que liga causalmente la destrucción de la capa de ozono con el cambio climático.
Gráfico 2. Probabilidad personal de padecer diferentes dolencias como consecuencia del cambio climático
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Los resultados recogidos hasta aquí muestran un reconocimiento relativamente elevado de las consecuencias probables del cambio climático. Sin embargo, los estudios sociológicos muestran que existe una tendencia a mencionar en mayor medida los impactos del cambio climático cuando estos se presentan previamente a la persona entrevistada (Akerlof et al., 2010). Si a las personas entrevistadas se le plantean consecuencias que encajan con la lógica de su representación del cambio climático, el nivel de reconocimiento será elevado, pero esto no sugiere que esa representación se haya construido sobre una base informada de los riesgos y las relaciones de causa-efecto. Por ello, es conveniente relativizar el riesgo autopercibido de la población española teniendo en cuenta las metodologías de investigación social que se utilizan.
El bajo nivel de reconocimiento de la población española aparece en diferentes aspectos como el grado de información o los interlocutores sociales. Para el caso de los hábitos informativos, la población española se describe a sí misma como “poco” o “nada informada” en un rango de seis a siete de cada diez. En concreto, los “efectos sobre la salud” (76,1%) y las “medidas de lucha” (76,8%) son los aspectos que más desconocimiento generan. En cuanto a los interlocutores en materia de cambio climático, encontramos que solo el 12,1% de las personas encuestadas reconocen haber recibido información del “médico” durante el último mes, aunque esta figura es la cuarta que más confianza despierta (“mucha” o “bastante confianza”, 58,1%), después de los grupos “ecologistas” (69,4%), los “científicos” (67,6%) y los “educadores ambientales” (64,6%).
Sobre la responsabilidad en las soluciones, los “centros sanitarios” encabezan el grupo de menor responsabilidad (“mucha” o “bastante responsabilidad”, 59,5%), situándose a una distancia de 15,2% con respecto a otro agente inmediatamente superior, los “ciudadanos”, y a 28,6% del agente de mayor responsabilidad, las “grandes industrias”.
Los datos apuntan a que la población está todavía lejos de asociar el cambio climático con la salud de una forma cotidiana, y más lejos aún de reconocer el papel mediador de los profesionales de la salud para adaptarse a las nuevas circunstancias climáticas y reducir los riesgos asociados. A esto se suma que las metodologías de estudio pueden estar favoreciendo un retrato de las percepciones de la sociedad española excesivamente optimista, y al que es necesario aproximarse desde otras metodologías de corte cualitativo.
Hasta el momento, tanto a nivel nacional como internacional, los estudios sobre opinión pública han recogido de forma limitada la percepción de la ciudadanía sobre los impactos en la salud, o lo han hecho a través de categorías indirectas como el nivel de reconocimiento de los impactos del cambio climático (sequías, fenómenos meteorológicos extremos, afectación a los cultivos, etc.). Entre los estudios centrados específicamente en la percepción pública de la relación entre el cambio climático y la salud, conviene destacar aquellos vinculados a Yale Project on Climate Change Communication y realizados en países como EE.UU, Canadá o Malta. Entre sus conclusiones, cabe destacar que el apelar a la salud es una garantía para lograr la implicación de la población en la lucha contra el cambio climático, tanto desde la perspectiva de la adaptación a los nuevos escenarios climáticos, como en la apuesta por estilos de vida saludables en los que se minimicen las emisiones de gases de efecto invernadero (Akerlof et al., 2010; Myers et al., 2012). Además, y según el caso español, los profesionales sanitarios, como mediadores generan una elevada confianza entre la población, lo que sin duda facilitaría la implicación social en la materia.
Más allá del interés por mejorar la cultura científica de la población española, los datos obtenidos hasta el momento muestran que es urgente contar con una estrategia de comunicación pública que permita mejorar el ajuste entre las percepciones, los hábitos cotidianos y la información científica de la sociedad española relativas a los impactos sobre la salud. De ello depende reducir la escala de la amenaza sanitaria provocada por el cambio climático.
*Este texto ha sido presentado en el Congreso Español de Sociología, en su XIª edición, celebrado en Madrid los días 10, 11 y 12 de julio de 2013, bajo el lema de «Crisis y cambio: propuestas desde la sociología».
REFERENCIAS
Akerlof et al. (2010). Public Perceptions of Climate Change as a Human Health Risk: Surveys of the United States, Canada and Malta. International Journal of Environmental Research and Public Health, vol. 7, 2559-2606.
Myers, T.A., Nisbet, M.C., Maibach, E.W. & Leiserowitz, A.A. (2012). A public health frame arouses hopeful emotions about climate change. Climatic Change, nº113, 1105-1112.
Observatorio de Salud y Cambio Climático (página web, 2013). Consultado en http://www.oscc.gob.es/es/general/home_es.htm .
Oficina Española de Cambio Climático (2011). Segundo Informe de Seguimiento del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. Madrid: Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
Parry, M.L., Canziani, O.F., Palutikof, J.P., Van der Linden & P.J., Hanson, C.E. (2007) (Eds.). Climate Change 2007: Impacts, Adaptation and Vulnerability. Contribution of Working Group II to the Fourth Assessment Report of the IPCC. Cambridge: Cambridge University Press.