No hablar, no escuchar… ¿no querer saber más?

Algunos autores han descrito la negación de un problema o una amenaza como una ambigua mezcla de “saber” y “no saber”. Se sabe lo suficiente como para intuir que una cuestión es incómoda o amenazante. Pero no se desea saber para evitar el sufrimiento o para pasar por alto más fácilmente las implicaciones que se derivarían del conocimiento.

 

La falta de atención hacia determinados temas se suele explicar con cierta frecuencia como el resultado de la falta de “conciencia social” sobre su realidad o su importancia. Una “conciencia” que, en buena medida, modulan y moldean los medios de masas. Sin embargo, la serie de encuestas USC-Mapfre revela que una amplísima mayoría de la sociedad española cree que el cambio climático es real (“está ocurriendo”) y que es consecuencia de la actividad humana. También amplias mayorías valoran su peligrosidad y defienden que los españoles deberíamos actuar al respecto. De hecho, en el periodo 2008-2012 la cantidad de gente que se declaró convencida de la realidad del cambio climático y de su naturaleza antropogénica no disminuyó, sino que aumentó (Meira y otros, 2013).

Algunos autores han descrito la negación de un problema o una amenaza como una ambigua mezcla de “saber” y “no saber”. Se sabe lo suficiente como para intuir que una cuestión es incómoda o amenazante. Pero no se desea saber para evitar el sufrimiento o para pasar por alto más fácilmente las implicaciones que se derivarían del conocimiento (Cohen, 2005).

La socióloga de origen noruego K.M. Norgaard (2009) considera que las sociedades desarrollan y refuerzan todo un repertorio de técnicas o herramientas para ignorar los problemas alarmantes. Las personas pueden bloquear o distanciarse de ciertas informaciones con el objetivo de conservar  sistemas de significados coherentes, estados emocionales deseables, un sentido de autoeficacia y para seguir las normas de atención, emoción o conversación.

Norgaard ha estudiado, en concreto, el caso del cambio climático afirmando (2009:26):  

“En mis datos etnográficos y de entrevistas, la gente describía una sensación de conocer y no conocer acerca del cambio climático, de tener información pero no pensar en ella en la vida cotidiana. Es una situación que puede ser descrita globalmente como ‘una doble vida’. La información sobre la ciencia del clima es conocida de manera abstracta pero desconectada e invisible en relación con la vida social, política o privada”.

Norgaard (2009:27) indica que:

 “las personas entrevistadas expresaban miedos acerca de la severidad del cambio climático, de no saber qué hacer, de que su forma de vida esté amenazada, de que el Gobierno no aborde adecuadamente el problema. Describían sentimientos de culpa por sus propias acciones y dificultades para discutir el tema del cambio climático con sus hijos”.

Según la investigadora, estos datos reflejarían un deseo de autoprotegerse de información turbadora con el objeto de “1) evitar sentimientos de miedo, culpa o desamparo, 2) seguir las normas culturales y 3) mantener concepciones positivas de la identidad individual y nacional”.

¿El desplome de la comunicación del cambio climático y la escasa cobertura en los medios podrían ser síntomas de una forma sutil –pero extendida– de negación? ¿Deberíamos interpretar el “silencio climático” como una forma de autoprotección ante un problema considerado demasiado deprimente, demasiado grande o difícil de abordar por parte de la gente corriente?

Llegados a este punto, puede resultar interesante revisar cuál es la imagen intuitiva que tienen los españoles sobre el cambio climático. La cuestión ha sido explorada en las encuestas USC-Mapfre interrogando a las personas entrevistadas sobre el primer pensamiento o idea que les viene a la cabeza cuando escuchan “cambio climático”. Los resultados obtenidos muestran que los españoles asocian el cambio climático muy frecuentemente con sus consecuencias negativas, pero no con sus causas o sus soluciones (Meira y otros, 2013). Los datos sugieren que el cambio climático no se concibe como un reto ni como una responsabilidad propia; al asociar el cambio climático con sus  impactos, los españoles se sitúan implícitamente en el papel de espectadores o víctimas, y no en el de actores responsables o corresponsables de su evolución (Heras, 2015).

La representación del cambio climático como un problema ajeno y como una amenaza abre la puerta a la tentación de ignorarlo. La comunicación es el ámbito por excelencia en el que se expresa la actitud de “mirar hacia otro lado” y lo cierto es que el análisis presentado sobre la evolución de la comunicación del cambio climático en el cuatrienio 2008-2012 muestra demasiada gente ignorando el problema. En ese mismo periodo, los análisis realizados desde el campo de la ciencia fueron progresivamente más alarmantes, más precisos y más fiables, lo que debería haber incrementado la atención mediática, política y social.

Demasiado silencio para una amenaza tan grave como incómoda. La sensación de incomodidad ante el fenómeno se adivina, de hecho, como un denominador común para medios, políticos y ciudadanía: para los medios, resulta un tema difícil de tratar, además de una potencial fuente de conflictos con los intereses de los anunciantes; para los políticos se trata de un tema poco atractivo, ya que es difícil suscitar apoyo popular planteando el problema en toda su crudeza o defendiendo medidas de respuesta que conlleven regulaciones y autolimitaciones; para los ciudadanos es una fuente de miedo y frustración, ya que muchos intuyen que nadie quedará indemne ante una amenaza que se anuncia como profunda y de dimensión global, a la vez que perciben una escasa capacidad personal para influir sobre la evolución del problema.

Por otra parte, dar respuesta al cambio climático conlleva un desafío notablemente incómodo: revisar en profundidad nuestra cultura energética, lo que afecta no sólo a la manera en que producimos la energía, sino también a la forma en que la consumimos. La transición hacia un mundo bajo en carbono, en el que las actividades humanas no conlleven inevitablemente emisiones masivas de gases de efecto invernadero, exige replantear la agricultura y la alimentación; la industria, el transporte, la vivienda o el ocio. Porque, a día de hoy, todos estos sectores se basan en el uso intensivo de combustibles fósiles.

Referencias

Cohen, S. (2005). Estados de negación. Ensayo sobre atrocidades y sufrimiento. Buenos Aires: Departamento de Publicaciones, Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires (versión en castellano de States of denial: knowing about atrocities and suffering. Cambridge: Polity Press).

Heras, F. (2015). Representaciones sociales del cambio climático en España: aportes para la comunicación. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Madrid.

Meira, P. Á., Arto, M., Heras, F., Iglesias, L., Lorenzo, J.J. y Montero, P. (2013). La respuesta de la sociedad española ante el cambio climático. 2013. Madrid: Fundación Mapfre.

NORGAARD, Kari Marie (2009). Cognitive and Behavioral Challenges in Responding to Climate Change. The World Bank. Policy Research Working Paper 4940.

 

*Texto extraído de Heras Hernández, F., Meira Cartea, P. Á. y Benayas del Álamo, J. (2016). Un silencio ensordecedor. El declive del cambio climático como tema comunicativo en España 2008-2012. REDES.COM, 13, 31-55. Disponible para descarga en http://revista-redes.hospedagemdesites.ws/index.php/revista-redes/article/view/435/477 .